El medio ambiente, la víctima no mencionada en las guerras.

agosto 5, 2024
Investigaciones
  • Autor: José David Delgadillo Mendoza
  • Fecha de Elaboración: 25/05/2024
  • Fecha de Publicación: 05/08/2024
  • Categoría para la Web: Investigaciones

Introducción

Es natural que como seres humanos nos preocupemos cuando se genera una guerra, porque pensamos en el dolor y sufrimiento que esto genera en la población de los lugares en donde se desarrolla el conflicto. Además del impacto geopolítico y económico que puede afectar a la región o al mundo entero, en lo que más se piensa es en las víctimas y cabe señalar que siempre hay una víctima en común en todas las guerras, el medio ambiente (ya sea afectando a los animales o a los recursos naturales).

Impacto histórico de las guerras

Uno de los mayores efectos de las guerras en el medio ambiente tuvieron lugar durante las dos Guerras Mundiales. Se trata del hundimiento del armamento en el mar para evitar su reutilización por el bando enemigo y supuso uno de los efectos medioambientales más graves y que todavía persiste. Se estima que en los mares del Norte y Báltico hay alrededor de 1.6 millones de toneladas de municiones.

Durante casi una década, entre 1961 y 1971, durante la guerra de Vietnam, el ejército de Estados Unidos roció millones de litros de una gama de herbicidas y defoliantes en vastas franjas del sur de Vietnam. El más difundido de los químicos fue el Agente Naranja y fue parte de una destrucción deliberada de bosques para privar a las guerrillas del Viet Cong de la cubierta que les permitió lanzar ataques contra las fuerzas estadounidenses.

Agente naranja rociado durante la Guerra de Vietnam.

Fuente imágen: The New York Times

 

El valor de los recursos naturales y sus ingresos asociados ha alentado a la proliferación de mafias y organizaciones terroristas que utilizan la violencia para controlar su acceso y uso. Un ejemplo de esto es lo que ocurre en el delta del río Níger, uno de los lugares más afectados por la masiva extracción de petróleo en el mundo desde los años 50. El resultado de esta explotación masiva de petróleo ha provocado graves impactos medioambientales y sociales que son ya irreparables.

En Colombia, la explotación irregular de las minas de oro en el país junto con la extracción ilegal de otros recursos naturales a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) han provocado la contaminación por mercurio de ríos y tierras, especialmente la cuenca del río Quito.

Otro ejemplo fue lo ocurrido en la Guerra de Irak cuando las tropas de Sadam Hussein drenaron las marismas de Mesopotamia, uno de los mayores ecosistemas de humedales en Medio Oriente. Estas marismas quedaron reducidas a menos de un 10% de su extensión, convirtiendo un paraje natural en un desierto de sal.

Conflictos en curso

Alrededor del 30% de las áreas protegidas ucranianas, que cubren más de 1.24 millones de hectáreas, han sido bombardeadas, contaminadas, quemadas o afectadas por maniobras militares, revela Yale Enviroment360, revista online ambiental de la Universidad de Yale, citando al Ministerio de Protección Ambiental y Recursos Naturales de Ucrania. Algunos de los combates más intensos que los ucranianos libran contra Rusia se han producido en los bosques a lo largo del río Donets, en el este del país. Solo en los primeros cuatro meses de la invasión rusa, los satélites detectaron más de 37,000 incendios, que afectaron a más de 101,000 hectáreas. “Las hostilidades han impactado un área de tres millones de hectáreas de bosques y, en la actualidad, 450,000 hectáreas están bajo ocupación o en zonas de combate”, relata Greenpeace. Las ONG cifran en unos 56,000 millones de dólares la cuantía de los daños ambientales. Uno de los mayores impactos fue la destrucción de la presa Nova Kajovka (en Jersón), puede ser declarado un ecocidio a la vista de las 63,500 hectáreas de parques naturales y áreas forestales inundadas, y las más de 330 especies de animales y plantas al borde de la extinción. 

Devastación de la destrucción de la presa Nova Kajovka en Ucrania.

Fuente imágen: Scripps News 

Las emisiones de gases de efecto invernadero durante los primeros 120 días del conflicto entre Israel y Hamás en Gaza superan las emisiones anuales de 26 países individuales.  En el período estudiado se produjo una intensa actividad militar, incluidos bombardeos, vuelos de reconocimiento y ataques con cohetes. Si se tienen en cuenta las emisiones derivadas de la construcción y fortificación de la infraestructura de guerra por parte de Israel y Hamás, como la red de túneles de Hamás y el “domo de hierro” protector de Israel, las emisiones totales superan las de más de 36 países individuales. Se estima que las emisiones totales de las actividades de guerra directa en los primeros 120 días oscilan entre 420,265 y 652,552 toneladas de dióxido de carbono equivalente. Si bien las crisis humanitarias dominan la atención mundial, el impacto ambiental del conflicto es significativo y merece atención. Las operaciones militares, según un estudio anterior, son responsables de alrededor del 5.5% de las emisiones globales de carbono, pero a menudo estas emisiones no se registran ni se estudian lo suficiente.

Refugios y reconstrucción

A pesar de todo el daño que puede causar la guerra, en casos aislados, los conflictos humanos llegan a brindarle un blindaje a la naturaleza. El ejemplo más conocido es la Zona Desmilitarizada de Corea, una delgada franja de tierra que sirve de amortiguador entre Corea del Norte y Corea del Sur. En esta zona, no se permite el acceso a los seres humanos, y está protegida por guardias, vallas y minas terrestres. Pero, en ausencia del ser humano, sirve de refugio a una flora y fauna poco comunes, como las grullas de coronilla roja y cuelliblanca, los osos negros asiáticos y, quizá, los tigres siberianos.

Pero los beneficios suelen ser temporales. En los primeros años de la guerra civil nicaragüense, los bosques de la costa atlántica volvieron a crecer a medida que la gente huía y abandonaba sus granjas. Pero cuando la guerra terminó, los residentes regresaron y la deforestación se reanudó; los científicos descubrieron que durante ese periodo se deforestó casi el doble de tierra de la que se había reforestado durante la primera guerra.

Estos resultados ponen de manifiesto la urgente necesidad de pensar en la conservación del medioambiente tras un conflicto, cuando está en peligro mientras los países intentan reconstruir sus infraestructuras y economías. La restauración es posible. En el Parque Nacional de Gorongosa, en Mozambique, se está llevando a cabo un intenso proyecto de rehabilitación desde la década de 2000.

Este proyecto abarca el refuerzo de las patrullas contra la caza furtiva, el desarrollo de una industria de turismo de vida salvaje y los esfuerzos por mejorar la seguridad económica y alimentaria de las comunidades lugareñas. Ya se reintrodujeron a los superdepredadores, como los leopardos y los perros salvajes. Las poblaciones de los grandes herbívoros se están recuperando y se está retomando el control de las especies de plantas invasoras, se dice que Gorongosa es el principal modelo de resiliencia ecológica en el mundo tras un conflicto devastador.

Perros salvajes africanos en el Parque Nacional de Gorongosa en Mozambique, especie reintroducida en el área en 2018.

Fuente imágen: National Geographic

Esfuerzos de consciencia

En el año 2001, consciente de que el medio ambiente a menudo ha sido la víctima olvidada de la guerra, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 6 de noviembre como el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.

El 27 de mayo de 2016, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente adoptó una resolución que reconocía el papel de los ecosistemas saludables y de los recursos gestionados de forma sostenible en la reducción del riesgo de conflicto armado, y reafirmó su firme compromiso con la plena implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

A pesar de los riesgos que representan la guerra y los conflictos armados para el medio ambiente, y el papel que pueden desempeñar los recursos naturales para alimentar o amplificar los conflictos armados, también existen oportunidades importantes para vincular el medio ambiente con la consolidación de la paz.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) advierte a las partes en conflicto que podrían realizar las acciones siguientes para prevenir el daño ambiental: 

  • Evitar ubicar a las tropas o el material militar en ecosistemas frágiles o zonas protegidas, como los parques nacionales. 
  • Cartografiar las zonas de importancia ecológica o fragilidad, y no conducir operaciones militares en ellas.  
  • Acordar la designación de esas zonas como zonas desmilitarizadas donde no pueda desplegarse ninguna acción militar y donde se prohíba el acceso de los combatientes y del material militar.

Conclusiones

Como ya se vió es fundamental que aparte de llevar a cabo nuestras acciones del cuidado del medio ambiente, nosotros desde nuestra individualidad y dentro de nuestros círculos sociales cercanos fomentemos la cultura de la paz y fraternidad para que de esta forma podamos contribuir a sociedades más justas y pacíficas, que podrán enfrentar cualquier problemática a través del diálogo, la participación y los acuerdos. De esta manera podremos evitar los conflictos y violencia que conllevan a generar pérdidas humanas e incluso pérdidas ambientales que en este punto parecen cada vez más irreversibles. Es tiempo de tener sociedades que se sienten a dialogar a cómo enfrentar los retos que se tienen en materia medioambiental y no sociedades que se enfrenten por obtener los recursos naturales a la fuerza o por egos de sus gobernantes.

Referencias

| Escrito por : admin bnzero |